lunes, 16 de junio de 2014

El fútbol a sol y sombra

   El escritor uruguayo Eduardo Galeano, a través del texto El fútbol a sol y sombra,  distribuye a través de capítulos de corta extensión su visión personal del fútbol y de los imaginarios que rodean al deporte más mediático de la actualidad. La presentación de sus tesis se realiza de manera dosificada, organizada  a través de anécdotas, material nostálgico, con deslices ficcionales y ucronías en líneas poco extensas usando la historia como modelo, y en otras, el periodismo funciona desde la transversalidad del texto como un apoyo a la memoria colectiva de los hinchas. Este libro parte de la transformación del deporte en otro elemento de marketing y aumento del capital privado, de la conexión del fútbol con las prácticas culturales,  así como también, del fútbol lejano de los conceptos y análisis, visto desde una especie de tribuna lectora: como la pasión de la hinchada.
   
   Desde el prólogo, el autor anuncia su propia perspectiva de este deporte y cómo su obra será planteada: “Este libro rinde homenaje al fútbol, música en el cuerpo, fiesta de los ojos…” (Galeano, 2010, 5) Sin embargo, la emotividad no excluye una crítica a la utilización del fútbol como marco para un análisis geopolítico sin velos: “…y también denuncia las estructuras de poder de uno de los negocios más lucrativos del mundo.” (Galeano, 2010, 5), así que el libro entre memorias baila entre las líneas de lo anecdótico sin convertirse en una especie de dulce de leche literario, en el cual no se da tregua a las corporaciones que aprovechan la posibilidad de intervenir en el juego. Y es este juego el que “se han convertido en un espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores” (Galeano, 2010, 6) lo cual es beneficioso para las compañías encargadas de atrapar a manos llenas lo que las regalías no le entregan al jugador, aquellos flujos de dinero incontrolable que da el merchandising de figuras como Messi o Neymar, personas que se convierten en ídolos, personajes necesarios para levantar el ánimo y dar esperanza a través de sus cualidades excepcionales a una población que deposita su fe en  lo que el televisor y  las vitrinas –en una relación envidiable-- exponen. Es mucho más fácil ofrecer productos que giren alrededor de un ente que aumenta de valor como una acción en Wall Street, que de un equipo que puede o no, perder; mientras este jugador-personaje siempre sorprenderá por aquel factor que le da, tal como un producto o servicio, un valor agregado, cosificándolo a ratos, endiosándolo en otros.

   Ya se advierte la importancia e influencia de este deporte en el texto con una pregunta que alude al lugar común de los intelectuales poco aficionados al fútbol, a aquellos detractores que marcan una brecha entre lo físico y lo reflexivo: fútbol… ¿El opio de los pueblos? Siendo una vertiente en la cual se deposita el nacionalismo con la bandera de un equipo que necesita reivindicarse dentro de la historia. Eduardo Galeano recuenta históricamente los casos de Inglaterra e Italia: para los primeros, la importancia de una victoria en plena guerra mundial (1916), y para los italianos de fines de siglo, la promesa de Silvio Berlusconi de llevar adelante a la nación usando como ejemplo el éxito del Milán, asumiéndose como una la tabla de salvación y usando al equipo como un símil que lo superaba y que superaría el filtro analítico de sus electores.

¿Cómo la cultura del juego se convierte en estrategia?
 Los cuadros se despiden del factor sorpresa, de las jugadas históricas, de las múltiples posibilidades, y llega la figura de un director técnico con esquemas y estructuras, con inversionistas que en se remangan los puños de sus camisas finísimas para llevarse la mano a la cabeza cuando algo no sale como se había planeado en pleno partido. Tal y como lo señala el autor: “El entrenador decía: Vamos a jugar. El técnico dice: Vamos a trabajar.” (Galeano, p. 20) porque lo que importa ahora son exclusivamente los resultados, mas aquellas genialidades del minuto, la euforia del jugador que pica y mete un gol, del arquero que sobresale, son las que mantienen la mística del juego.

   A pesar de la disposición de la corriente del marketing, de la influencia de los pases y las compras de los clubes, de las manos que sostienen los pilares del fútbol como negocio, existe la resistencia a esta mecanización, y toma forma corpórea en un hincha común y corriente, que desde el televisor y en la tribuna pide con gritos y silencios que su equipo gane, pero no sólo quiere eso, a su vez, y a veces sin admitirlo, pide que gane en una jugada difícil, que el premio sea recibido entre golpes en tobillos, rodillas y tiros de esquina. La adrenalina del fanático, del futbolista criollo que recuerda Eduardo Galeano, de cualquier amante del fútbol que insulta, agradece, llora y se desarma en un partido, garantiza la existencia de este deporte que parece alimentarse de las pasiones humanas, y que alcanza su éxtasis durante los mundiales. Desde aquel Mundial del 50 en el Maracaná, alimentados con la euforia de la copa del 86 y la “mano de Dios” que colocó a Maradona en la cúspide del mundo, las rivalidades del  Mundial  de Francia ’98, hasta la actualidad, vemos en este libro las anécdotas de los partidos y las estrellas de cada uno con la cotidianidad perdida en esos minutos de la historia que vivimos o no, que recordamos o escuchamos alguna vez, porque el fútbol es, de manera innegable, otro miembro de la familia, y en algunos casos, el que se sienta en un extremo de la mesa.



Referencias:

Galeano, E. (2010). El fútbol a sol y sombra y otros escritos. Editorial Siglo XXI, España.